El discurso hostil hacia las figuras políticas
Eduardo Ferreyra | 22/04/2022
Ofelia Fernández y Elisa Carrió son dos políticas argentinas que están muy alejadas entre sí en términos ideológicos. Sin embargo, comparten una característica en común: ambas han sido objeto de insultos en redes sociales en razón de su género, aspecto físico o peso corporal. La alta exposición mediática de ellas1 las ha puesto en la mira de ataques personales que se retroalimentan por la actual dinámica política argentina.
Dedicarse a la política implica exponerse a recibir críticas todo el tiempo. Incluso en sociedades con bajos niveles de conflicto, tener un cargo público supone por definición que habrá mucha gente que estará disconforme con tu trabajo. En momentos de alta polarización, la situación se agrava. La imagen ideal en donde las personas reclaman a sus representantes en base a argumentos se desvanece rápidamente. Los cuestionamientos se transforman en insultos. Las descalificaciones basadas en características personales de la figura política reemplazan al debate razonado.
Es legítimo lamentarse por esta supuesta degradación del debate político. Pero en principio es inconcebible pretender imponer sanción alguna. Las figuras políticas tienen el deber de ser más tolerantes que una persona común frente a la crítica. Hay varios motivos para justificar esta distinción. Por un lado, las personas que ejercen funciones públicas se han expuesto voluntariamente a esta situación. Ellos han decidido trabajar de cara al ojo público.
Por otro lado, las figuras políticas tienen un gran poder de convocatoria. Ellas no solo tienen haters sino también personas que las apoyan fervientemente. Volvamos a los casos del inicio. Ofelia Fernández es una política muy popular para un sector importante de la sociedad argentina. De hecho, ha sido elegida por una conocida revista como una de las líderes de la próxima generación. Por el lado de Elisa Carrió, la situación es similar. En su momento, los niveles de popularidad de la exlegisladora eran de los más altos del país. Las personas que ocupan un cargo público cuentan con una mayor influencia social y acceso a los medios para responder a cualquier cuestionamiento.
Ahora bien, el mismo sistema interamericano de derechos humanos nos recuerda que las figuras políticas también tienen derecho al honor cuando sean objeto de ataques injustificados contra su persona. En este sentido, conviene recordar que desde los estudios feministas se ha puesto de relieve el fenómeno de la violencia política de género. De acuerdo a este enfoque, las agresiones a políticas mujeres o pertenecientes a otros grupos históricamente excluidos tendrían un efecto silenciador de la libertad de expresión. El motivo es que este tipo de ataques constantes denigran el valor y la dignidad de estos colectivos. Y como resultado, sus miembros pueden verse inhibidos a involucrarse activamente en la actividad política.
Según esta visión, no es únicamente Fernández o Carrió quienes se ven afectadas por los insultos recibidos. Son las miles de mujeres que son testigos de esos ataques y que tienen la sensación de que la política es un ámbito en el cual si sos mujer, vas a recibir insultos y agresiones por lo que es recomendable dedicarse a otra cosa.
Cómo enfrentar el discurso violento hacia figuras políticas sin perjudicar la libertad de expresión es todo un desafío. Los estándares judiciales nos dicen que las soluciones deben ser diseñadas bajo principios de pluralismo democrático y sin generar riesgos de autocensura. En el caso de las redes sociales, el informe “Violencia política de género en internet” del consorcio AlSur nos brinda algunas pautas más concretas. Allí, por ejemplo, se recomienda a las plataformas que ofrezcan mecanismos de denuncia accesibles que incluyan una clasificación de violencia política y violencia política de género, y que produzcan informes periódicos con información sobre qué tipo de publicaciones son reportadas y cuáles son eliminadas.
En síntesis, una estrategia no centrada en el castigo de la expresión sino en la difusión del problema y el apoyo a las víctimas de violencia parece ser una vía digna de ser explorada ya que respeta todos los derechos en juego.